¿Cuál es el origen del amor por la lectura? Quizás sea una
semilla con la que nacemos, o quizás la sembraron nuestros padres en nosotros
cuando nos leían aquellos cuentos tradicionales antes de irnos a dormir.
En mi caso, siempre he amado esos extraños objetos cubiertos
de ilustraciones para soñar y signos desconocidos que durante años no pude
descifrar. Hasta que un día aprendí a leer y...
El resto es historia y también un cuento, pero de los de
verdad. Crecí leyendo fábulas, devorándolas con los ojos y masticando cada
palabra sobre dragones, princesas, aventuras, monstruos, viajes, moralejas.
Luego creces y te olvidas de los cuentos. ¿Seguro? Muchas
historias para mayores están llenas de aventuras, monstruos y moralejas. Así
que no somos tan mayores como pensamos. Quizás una parte del espíritu nunca
crezca, nunca pierda del todo su hatillo de caminante, su espada de héroe y su
espejo mágico.
Aún guardo en mi corazón el recuerdo de los cuentos que leí
de pequeña. Ahora me gusta darle a las historias un toque más adulto, más
oscuro. Y aquí es donde entra en escena Una sonrisa roja como la sangre, de
Adam Gidwitz. Un cuento para niños donde los niños protagonistas pasan por más
atrocidades que un cerdo en San Martín. Cuidado con los cuentos modernos. Beben
de las fuentes tradicionales y eso, arrebatadores míos, es peligroso. Pues el
origen de las cosas es siempre más funesto de lo que las películas de Disney
nos han hecho creer.
Esta pequeña novela encierra una sucesión de cuentos dentro
de otros cuentos, todos con un denominador común: Hansel y Gretel. Conocemos su
historia desde antes de su nacimiento, pasando por mil y una vicisitudes, hasta
la consumación de un destino cruel.
De la mano de dos de los niños más famosos de la literatura,
entraremos en el lado oscuro de los cuentos. Salir no será tan fácil.
Terribles maldiciones, cuervos que comentan profecías en sus
alocadas chácharas, brujas y asesinos, bosques tenebrosos y cacerías humanas.
Conocemos al Diablo en persona, a un dragón, a un fiel criado que desencadenará
el horror en la vida de dos niños inocentes.
Bellamente decorado con ilustraciones en tinta negra, este
libro en tapa dura es un regalo de doble filo. Precioso, entretenido, pero
macabro. Será un cuento, pero está plagado de escenas muy gráficas de horror,
mutilaciones y muerte. Vamos, lo que todo chaval de la era moderna busca con
ansia XD. Yo era así de pequeña, adoraba las pelis de terror. Hoy en día, soy
un poco más selectiva.
Especial fotográfico
Contada, además, con un estilo rítmico propio de los cuentos
de antaño, la estructura sigue la inspiración de sus antecesores más antiguos,
con las maldiciones y entuertos que complican las vidas de todos, o la típica
entereza de los héroes o sus suplicios que pasan inadvertidos.
Otro detalle que eleva el valor del texto es el narrador,
quien se dirige directamente al lector, a los niños, a la necesidad de
protegerles de la terrible verdad que esconde el cuento. Tras cada historia, el
narrador anuncia un fin que nunca llega pues, como la vida misma, prosigue con
un capítulo más y con la realidad que no se termina con las perdices. Con cada
aventura, los hermanos viven cosas impresionantes, de esas que provocan un oh
de espanto y sobrecogimiento, de esas que se han desvanecido de los cuentos
edulcorados. En este cuento, las perdices acaban asadas.
Entre tanta tragedia, hay sitio para una moraleja, una guía
que ilumina la senda oscura de Hansel y Gretel. Aunque para descubrir la luz,
antes hay que caminar por las tinieblas.
UNA SONRISA ROJA
COMO LA SANGRE
ADAM GIDWITZ
Tapa dura
255 páginas
Cuento de terror
A partir de 14 años
2012
Título original:
A tale dark and grimm
Relación
calidad/precio:
15 pellizcos
Bien invertidos
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El autor, Adam, es un hombre que da la impresión de amar la vida, las historias y las verdades que encierran. No dudéis en visitar su web. ¿Nos llegará aquí su otro cuento sobre Jack, Jill y una judía gigante?
Un libro para niños no demasiado pequeños, para los que
ansían escenas terribles, y para los que aún tienen una estantería en su
corazón para las fábulas que nunca olvidaron.
en una cabaña de chocolate.