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lunes, 22 de octubre de 2012

La sensación de ser eternos: LA HIJA DE RA




¿Qué mente no se ve tentada por los milenarios secretos del Antiguo Egipto? Desde pequeña, mi mente infantil e inquisitiva soñaba con pisar la candente piedra de un templo en los tiempos faraónicos y la única forma en que una mente logra ese sueño es mediante los libros. Aún recuerdo con pasión una vieja lectura que hablaba de la misteriosa reina Hatshepsut, tan pionera ella. Un mito que servía muy bien de modelo a aspirar por un espíritu joven que se abre paso por el desconocido mundo de los adultos. En cuanto oí hablar de LA HIJA DE RA, de Santiago Morata, supe que Egipto acabaría por tentar mis manos y mi mente una vez más.


Desde niña, cómplice de su amado padre, hasta aciaga ya su existencia enferma, Hatshepsut surge como una fuerza de la naturaleza. Parte mito, parte mujer y parte revolución histórica que se propuso romper moldes en aras de una visión distinta de la propia individualidad. Rodeada de enemigos que planean destruirla, Hatshepsut pugna por sobresalir en un mundo de hombres, de nobles que sólo aceptan lo establecido y del clero que sólo mira por su gloria personal. Conocerá a quien puede ser el arma que la doblegue, Sen-en Mut, pero que el destino convertirá en su más fiel aliado. No antes de que sus espíritus salvajes choquen y chispas salten por una pasión que trascenderá el tiempo.

El autor relata de forma apasionada las facetas de la vida de esta mujer a la sombra de otras reinas de más renombre. Hatshepsut, quien fuera reina de Egipto tras el faraón Tutmosis I, se merece una película que la inmortalice en la mente popular tanto como Elizabeth Taylor.

La redacción de Santiago Morata es muy amena. Con un lenguaje accesible aunque cuidado, el texto se desliza suavemente por diversos paisajes: la ascensión al poder de Hatshepsut, las maquinaciones de la política real, los influjos de los dioses. El autor procura la cercanía de los personajes mientras sumerge al lector en las profundidades místicas y legendarias del Egipto faraónico. Templos, dioses, guerras y costumbres ancestrales se mueven codo con codo junto a las intrigas palaciegas y las estrategias políticas, todo a nuestro fácil alcance gracias a la nítida narración de Santiago M.

He disfrutado con la relación entre padre e hija. La constancia de Tutmosis, los consejos y su dulzura siempre prestos, hacen del faraón un hombre digno. Al menos, mientras los rigores del cargo no apremian en exceso. La protagonista indiscutible, Hatshepsut, es un maremoto de arrebatos en el que brota una corriente de innegable inteligencia. Ostenta la autoridad real con la fuerza de una cobra. Es contundente, feral, pero también tiene una faceta que incluye amor en todo su esplendor: padre, madre, amante, hijos.

Tanto sus ambiciones como sus emociones tienen consecuencia en el devenir de su tierra, aunque todo se muestra desde dentro. Vemos los cambios, los riesgos y las relaciones desde un punto de vista interno, desde la familia, desde los nexos que unen a las personas, por lo que la historia adquiere un tono realista y próximo con el que identificarse.

A pesar de la ampulosidad del Antiguo Egipto, el relato resulta actual, carente de artificios. Remetidas hábilmente en el relato, aparecen algunas historias, grabadas en la piedra que ha sobrevivido hasta nuestros días para deleite de traductores y aficionados, que narran anécdotas del pasado de un pueblo muy especial.

No puedo poner grandes pegas a este libro. A título personal, hubiera reformado algunos intercambios entre personajes. Ciertos diálogos pecan de ser casi monólogos de un personaje, pues el otro sólo tartamudea alguna palabra. Falta alguna descripción extra de los gestos y sentimientos de los participantes de la charla, ya que el efecto producido es algo brusco, sin reflexión ni capacidad de discernir las fases por las que pasa el pensamiento del personaje para argumentar lo que dice o hace a continuación. En cualquier caso, sólo ocurre en dos o tres de los abundantes diálogos.

¿Sexo en el libro? Pues sí, hay tanto amor que conmueve, tanta pasión que arde. ¿El sentido de la inmortalidad? Nos encontramos con profusión de datos sobre las creencias divinas en Egipto, su visión de la divinidad y la vida más allá de la muerte física. Si en la balanza de Osiris, pesamos en un platillo la ración de historia y misticismo, y en el otro platillo, el gran romance entre los amantes, ¿qué sucedería?. El resultado dependerá, siempre, de dónde sitúe el lector la pluma de su juicio.


En conjunto, la lectura es entretenida, pasional, ligera pero exhaustiva, y protagonizada por una mujer digna de la doble corona de Egipto. El autor se recrea en la esencia del sueño egipcio, mientras ensalza el gran amor entre los dos amantes. Es un bello poema en honor a una cultura milenaria de la que todos, lo queramos o no, estamos un poco enamorados.




LA HIJA DE RA
Santiago Morata
509 páginas
2012
Tapa flexible con solapas
Ficción histórica
20 pellizcos




Y no descarto la lectura de una de sus novelas anteriores, El constructor de pirámides. ¿Alguien la ha leído?




en busca de su templo de los millones de años.

viernes, 19 de octubre de 2012

Vagando por Egipto de manos de Santiago Morata




Con una sonrisa dulce y una mirada de frente que transmitía cercanía, el escritor Santiago Morata recibió a sus futuros lectores durante la presentación de LA HIJA DE RA, su última obra sobre la reina egipcia Hatshepsut.


Cuenta la historia de una joven extraordinaria que fue educada por su propio padre para ser Faraón. A la muerte de sus familiares masculinos, ella tomó el poder contra toda clase de prejuicios. De su lucha, sus pensamientos adelantados, sus viajes y su ambición aprenderemos a través de las páginas de una novela que promete ser emocionante. Santiago Morata la describe como mitad romance y mitad intriga palaciega. Del romance le echa la culpa, y los agradecimientos, enteramente a su esposa.


Entre el público, destacó un comentario que rezaba así: Cuando yo iba al instituto, a esta reina se la denominaba La Usurpadora.
El autor precisó que todo depende de la perspectiva. Según ella, era hija del Faraón y por tanto ostentaba el derecho a heredar sus prerrogativas. Era una mujer con ideas propias. Obsesionada con ser reconocida como Faraón y como Dios.
En un inciso personal, debo admitir que me sorprende que alguien estudiara a esta reina en el colegio. Yo no guardo ningún recuerdo de tal cosa de mis años estudiantiles y no fue hasta mucho después, y gracias a otro libro, que descubriría a este personaje tan carismático.

Dedicó un gran esfuerzo de documentación para su anterior libro, El constructor de pirámides, también publicado por ediciones Pàmies. Tanto por aquél como por La hija de Ra, está en deuda con los egiptólogos cuya labor de investigación y conocimientos otorgan un pozo de inspiración para la mente siempre creativa de los escritores.

Según Francisco Javier Oliva, quien acompañaba al autor en la presentación, no se corta un pelo en las escenas amorosas. Santiago Morata  explica que en aquella época el sexo era muy natural, siendo a veces su escenario los templos, donde alguna vez una amante del Faraón acabó siendo sacerdotisa.


Además de mi bella dedicatoria en el libro, la Embajadora de la Torre ha conseguido para los seguidores del blog un lote de cuatro tarjetitas que representan las novelas publicadas por Santiago Morata. Todos los comentaristas de esta entrada obtendrán un punto para el sorteo.

Esta semana estoy leyendo La hija de Ra, así que en un futuro próximo os contaré mis experiencias.



faraónica.